"Prefiero vivir 2 huracanes con la fuerza y destrucción de Milton, algo que ocurre de manera esporádica, a seguir soportando la incertidumbre que genera vivir día tras día en Honduras"; fueron las palabras de un compatriota que reside en Tampa, Florida.
Aquel Hondureño, cuyo nombre reservo, nació y creció en La Lima, Cortes, acostumbrado a sufrir los rebalses del río Ulua, lo que provocaba que su familia buscara refugio a orilla de carratera. Año con año perdían el menaje que lograban conseguir con esfuerzo de todos los que conformaban la familia (7 en total), sumado a esto, la lucha por llevar los alimentos y los escándalos de corrupción en el manejo de los recursos destinados para los afectados, hacia que la vida en Honduras pareciera ser la extensión del mismísimo infierno.
"Pensé que podría seguir viviendo en mi país, mis Padres eran el aliciente que me mantenía anclado pero de pronto, la situación se puso "fea" cuando una pandilla se apoderó del sector donde vivíamos y nos obligó a vender sus drogas", comenta mi interlocutor.
Cuando el peligro se multiplicó, "El Limeño" decidió salir del país y su opción fue emigrar de manera irregular a los Estados Unidos. Era preferible "rifarsela" con el desierto, coyotes, serpientes, bandas de secuestradores y sicarios; ni todos ellos juntos, equiparaba la amenaza que significaban los político en su país.
Ocho años después, encontrándose en el país del norte, "El Limeño" valora con sentimientos encontrados, la decisión que un día tomó.
"En Honduras, todos los días se enfrentan problemas. El clima en época lluviosa, las maras y pandillas en los barrios y colonias, la inseguridad en el transporte y calles, la falta de empleo por el cierre de empresas, pero ¿el desprecio de quienes gobiernan, reflejado en sus acciones? Eso es lo más brutal". Y continuó diciendo:
"Mientras los funcionarios ganan buen 'billete' pero se quejan que no les ajusta, disfrutan de guardaespaldas, se mueven en carros de lujo blindados, se aprueban leyes entre ellos para protegerse de los delitos que cometen, se enriquecen haciendo tratos con el narcotrafico internacional y de paso buscan la forma de quedarse en el Poder. Ya no les basta mantenernos ignorantes y pobres, ahora quieren que les adoremos como ídolos y les ofrendemos nuestras almas". Estas últimas palabras me extremecieron.
Una cosa es vivir en un país donde el sistema te limita la movilidad social por la falta de oportunidades pero a la vez te permite elegir si continuas "soportando" esa iniquidad o buscas otras "alternativas" de "superación". Otra realidad es vivir bajo un régimen autoritario donde la vida de la persona depende del dictador quien es el que decide si comes, vives o mueres. La primera opción genera pobreza pero no restringe voluntades, mantienes tu esencia, controlas tu destino. La segunda opción también genera pobreza pero somete cuerpo, mente, alma y espíritu.
El país y su gente, nuevamente se encuentran insertos en un "bucle"; es en ese espacio que parece atemporal, donde el mundo continúa su desarrollo, excepto los confinados. Aquellos destinados a repetir una y otra vez la misma historia, la misma tragedia. Una población que deposita sus esperanzas en la democracia pero que se ve traicionada por quien elige. Un pueblo que continúa la búsqueda del individuo correcto que pueda guiar hacia la salida de la oscura cueva a la que nos han confinado por más de 200 años.
Allan Bernardez
Octubre 11-2024