Nunca te olvidaremos, señor Callejas!
En un hospital, muy lejos de su tierra, de su casa de cien millones de lempiras y de las demás propiedades en Coyolito, donde despojó a los inocentes, junto a otro grupo de selectos corruptos, murió el ex presidente.
Recuerdo bien sus tiempos de campaña, las mujeres adultas de ese entonces, suspiraban por a quien llamaban "el biónico", " el guapo". Y justo por esos días, el hombre biónico ya había saqueado la CONADI, ya era un potentado en política.
Y llegó a la presidencia después de muchos acuerdos con las élites podridas en consciencia, esas diez familias que todos conocemos, y que no quiero nombrar, para no llenar de moscas el escrito. Callejas Romero a quien su padre, siempre aconsejaba que diera palos y confites al pueblo. Y vaya que los dio, con él y su política neoliberal se encarrriló a Honduras hacia la certera miseria, donde perfectamente han seguido el camino sus sucesores en la silla presidencial.
Orgullo de los malos cachurecos, bueno no creo que tengan gente de buen corazón en abundancia, pero por aquéllo de las dudas, dejaré la excepción. No olvidaremos sus portadas retocadas en las revistas de la gente bien perfumada y llenas de botox y bisturí, pero también de mucho dinero saqueado a este pueblo. Como olvidar al Señor Callejas y su esposa " mejor vestida de Centro América, con atuendos de 15 mil dólares, mientras a la vuelta de su mansión, la señora madre de 7 hijos, buscaba como alimentar a sus pequeños. En la esquina opuesta de sus casa, considerada una de las más costosas de Centro América, hay una casita de madera, donde sus dueños, veían pasar los carros de lujo de sus amigos cachurecos y liberales para conspirar contra el pueblo, repartiéndose en platos rebosantes el erario público.
Pero sus perfúmes, masajes y sus sesiones de células madre con botox, abundantes como las cartas de libertad que le dio el ministerio público, acabaron en un cuarto de hospital, con una condena moral, que sólo pudo marcar la justicia de otro país. Acabado, sin ver a su familia, que aún goza de su cuantiosa fortuna, fue agonizando, día a día, aferrado a los recuerdos de sus días de gloria, sintiendo caer las gotas del suero que le mantenía con vida, escuchando, a lo lejos el sonido de las máquinas que le ayudaban a respirar y medir su pulso. Lejos, muy lejos, en tiempos del COVID, anhelando el calor de una casita pobre, donde la familia te rodea y reza a todo pulmón, donde los velorios se llenan de amigos y vecinos de siempre, donde todos aportan para resistir la noche, una candela, una bolsa de pan, un poco de guaro, pero al final rodeado de gente. Seguramente, hubiese pagado toda su fortuna para poder tener ese privilegio.
Ahí quedó su cuerpo, abandonado por el último respiro, sin nadie que diera calor..
Y probablemente, sin nadie que lleve una flor para despedirlo.
Qué el camino le sea tan grato como todo el daño que hizo por el pueblo de Honduras. Nunca lo olvidaremos y la historia le dará su lugar, privilegiado en el albúm de los seresas dañinos para nuestro pueblo.